Coaching Familiar

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La convivencia familiar a veces no es fácil, y surgen problemas que hay que resolver. Gestionar una buena dinámica familiar requiere tiempo, paciencia y a veces ayuda profesional.

Las sesiones de coaching familiar están diseñadas para facilitar a las familias las herramientas y técnicas necesarias para resolver conflictos, llegar a compromisos y aprender a transformar las etapas del ciclo vital con más dificultades, en situaciones más cómodas y llevaderas.

¿Qué es el coaching familiar?

El Coaching es un método de entrenamiento a través un gran conjunto de herramientas para guiar a las persona desde dónde están ahora, a dónde quieren estar. Durante un proceso de coaching familiar, el entrenador o coach entrará  en el hogar para trabajar con todos los miembros de la familia, localizar el foco de los problemas y acompañarlos en los cambios que les posibilitarán alcanzar una convivencia funcional y armónica.

Las sesiones de coaching están planificadas para poner las situaciones problemáticas en perspectiva,  y que todos puedan ver la situación como un todo y aprender a aceptar y asumir la parte que juegan. Una vez que cada miembro de la familia acepta que las cosas necesitan cambiar, todos comenzarán a explorar nuevas formas de relacionarse más positivas que propiciarán una convivencia mucho más feliz.

A diferencia de la psicoterapia, el coaching familiar no trata de llegar a la raíz de los problemas. La idea es que el entrenamiento sirva para no culparse unos a los otros por lo ocurrido, ni entrar en discusiones eternas sin salida, sino avanzar configurando una nueva dinámica familiar, desarrollando nuevos patrones de interacción entre sus miembros y nuevos hábitos de conducta y vínculos compartidos.

A través del coaching se entrenan también las emociones, ayudando a las personas a entender sus emociones y aprender cómo estas podrían estar afectando a todos los demás. Todo ello procura una mejora de la comunicación, que permite aclarar malentendidos y comportarse de forma más justa los unos con los otros. Durante las sesiones de coaching todos tendrán la oportunidad de dar su opinión, de ser escuchados y tenidos en cuenta, propiciando el caldo de cultivo para la adopción y mantenimiento  de un compromiso duradero.

Recuerda: La vida familiar feliz y pacífica sólo puede lograrse realmente con la combinación perfecta de compromiso, orden, respeto mutuo y comprensión.

Francisco Góngora.

Mediación familiar en situaciones de dependencia.

Aplicaciones de la mediación familiar a los conflictos derivados de la atención a situaciones de dependencia.

Artículo publicado en Revista de Mediación Volumen 9 Nº 1. Por Inmaculada Asensio Fernández y Francisco Góngora Gómez

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Resumen:  

A lo largo de este artículo se presentan los profundos cambios sociales que se han producido en las últimas décadas y que están afectando a la gestión familiar de los cuidados a las personas en situación de dependencia. Esta circunstancia está provocando importantes conflictos y desavenencias en las redes naturales de apoyo necesarias para la normalización de los cauces de ayuda fundados en los vínculos de afecto que caracterizan a las sociedades. Se exponen, así mismo, los beneficios de la mediación a través de la ejemplificación de situaciones de conflicto habituales relacionadas con el ámbito de la dependencia, poniendo especial hincapié en las herramientas y técnicas que la persona mediadora ha de emplear para la resolución pacífica de las mismas.

Para leer el texto completo pincha este enlace directo al artículo en la revista: https://revistademediacion.com/articulos/aplicaciones-la-mediacion-familiar-los-conflictos-derivados-la-atencion-situaciones-dependencia/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La perspectiva de género en mediación familiar

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El género impregna la dinámica de nuestras interacciones personales diarias. Los conceptos de género van más allá de las diferencias biológicas de ser hombre o mujer. Los términos femenino y masculino implican características psicológicas y conductuales que definen los roles culturales de cada uno. Estos roles diferenciados, se asignan a las personas en función de su sexo y se conocen como estereotipos de género. Se trata de modelos o patrones de conducta que definen cómo deben ser, actuar, pensar y sentir los hombres y las mujeres en una sociedad y representan un conjunto de atributos o características que las personas asumen como propios, trasmitiéndose de generación en generación. Esta diferenciación de funciones se ha instaurado tan sólidamente en nuestra forma de interactuar que aquellos que se salen fuera de sus patrones son vistos de manera negativa. En este sentido, es parte de la función del mediador, actuar como un facilitador neutral, ayudando a que las partes no se relacionen por medio de patrones estereotipados, sino a través de reconocer los puntos de vita diferentes y reflexionar sobre las acciones y responsabilidades de cada uno.

En mediación familiar, resulta fundamental conocer y entender la evolución y los cambios que se han producido en las familias a lo largo del tiempo y entender el papel que el género ha jugado en dichos cambios. La mediación familiar, como disciplina basada en la filosofía del pacto, la tolerancia y la equidad, debe de cuestionar los roles tradicionales y las limitaciones que los mismos imponen en todos los miembros de la familia, e integrar en su teoría y en su práctica un instrumento tan poderoso para cambiar y entender la realidad familiar como es la perspectiva de género. Sin dicha perspectiva seguiremos manteniendo situaciones de discriminación en la estructura familiar que nos impedirá ver formas diferentes de abordar los conflictos.

Uno de los puntos en los que suele haber controversia, es en el relativo a la asunción de una crianza basada en la igualdad, en la que el padre y la madre admitan de forma equitativa la responsabilidad en el cuidado de los hijos/as. Durante la mediación de asuntos relacionados con la coparentalidad , es a veces difícil evitar los problemas asociados con los roles de género que traen las partes y que impregnan su forma de concebir sus experiencias de vida y sus interacciones dentro de la familia y la comunidad. Siempre teniendo en cuenta su papel neutral e imparcial, el mediador deberá de hacer un esfuerzo  a lo largo de su intervención para contrarrestar los efectos negativos de la diferenciación de roles basados en estereotipos, evitando en su  lenguaje y su discurso los prejuicios de género y facilitando a través de la formulación de preguntas y el empleo de técnicas, un cambio positivo en la mentalidad de los participantes que les posibilite alcanzar acuerdos desde una posición de igualdad de condiciones.

 La mediación tiene el potencial de crear un ambiente acogedor para los participantes de ambos sexos, para ello los mediadores deben de ser conscientes de los problemas que pueden ocasionar los sesgos de género y facilitar el equilibrio en el proceso de negociación. Resulta  necesario poner de manifiesto la conexión que tienen los problemas de la familia con los estereotipos culturales relativos a los papeles asignados a los hombres y mujeres y con las relaciones de poder.

El objetivo de este post es concienciar sobre la importancia de contemplar el enfoque de género en los procesos de negociación, evitando los estereotipos y posibilitando una resolución neutral y equitativa. Abordar los asuntos familiares desde una perspectiva de género es esencial para ofrecer soluciones que tengan en cuenta las realidades de todos los miembros de la familia de un modo más justo.

Francisco Góngora.

 

El interés superior del menor en mediación familiar.

El interés superior del menor tras la separación. 

Los progenitores son esenciales para el desarrollo de los niños. Les proporcionan cariño, apoyo emocional, toman decisiones importantes para su educación y cubren todas sus necesidades básicas. En las familias “intactas”, son ambos progenitores de forma conjunta, los que toman las decisiones que repercuten en la vida de sus hijos. Normalmente no suele haber problema a la hora de decidir asuntos relacionados con las pautas educativas y de crianza que van a implantar, ya que conviven juntos y fácilmente pueden establecer las directrices que van a seguir en el cuidado de los hijos.

Sin embargo, esto no ocurre con muchas familias, cuyos padres se han separado y viven en domicilios diferentes. Aunque el hecho de no compartir vivienda no imposibilita la toma de decisiones sobre los asuntos relacionados con la crianza de los hijos, en muchas ocasiones las relaciones entre los progenitores quedan muy deterioradas tras el divorcio y son incapaces de ponerse de acuerdo para crear un  plan de crianza que  refleje los intereses y las necesidades de los menores.

El método tradicional para resolver los conflictos de los padres tras la separación, es el proceso judicial. Los progenitores contendientes ponen en manos de un juez la toma de decisiones acerca de los arreglos de custodia y educación de sus hijos, posteriores a la separación o el divorcio. En este contexto, el principio general que suele emplear el juez para resolver y  determinar el convenio regulador de las relaciones paternas filiales, es el interés superior del menor.

¿Qué significa el «interés superior del niño»?

Podemos determinar que “el interés superior del menor”, es la guía que se debe de tener en cuenta para disponer los arreglos de crianza después de la separación. Los elementos que se van a tomar en consideración para delimitar  el interés superior del menor a la hora de tomar decisiones sobre custodia y visitas, se basan en aspectos relacionados con el vínculo existente entre cada padre y su hijo, fruto de la participación positiva de ambos en la vida del niño y de la capacidad de satisfacer sus necesidades biológicas, psicológicas y sociales.

Aunque los factores en los que se basan los jueces para determinar el interés superior del menor son razonables, se trata de aspectos generales que en muchas ocasiones son difíciles de predecir a la hora de ser aplicados a una familia en particular. En relación a las pruebas que aportan las partes , en la mayoría de los casos fundamentadas en eventos pasados, el tribunal tiene que realizar una predicción sobre qué aspectos van a ser más beneficiosos para el futuro del menor. Aunque la Psicología  proporciona un marco general sobre las pautas de crianza que son más positivas para los niños después del divorcio, el pronostico sobre cómo va a evolucionar la vida de la  familia tras la separación es difícil de precisar. Estando de acuerdo en el principio general de que el interés superior del menor debe de ser determinante a la hora de tomar decisiones, los jueces no siempre podrán establecer una predicción precisa para cada situación concreta. A consecuencia de ello, en muchas ocasiones, las medidas adoptadas por los tribunales no responden de forma adecuada a la satisfacción de las necesidades de los menores, en el cumplimiento de sus derechos.  

A pesar de no poder determinar con exactitud qué arreglos de crianza son los más convenientes para cada situación particular, conocemos que determinados  aspectos, cómo son el hecho de que los menores no formen parte del conflicto de los progenitores, que les proporcionen una estabilidad emocional y una crianza adecuada, que el menor tenga una relación significativa con ambos padres y que reciba apoyo económico, van a resultar beneficiosos para los niños.

En la actualidad, sabemos que son los padres las personas más idóneas para determinar por si mismos qué arreglos de crianza van a ser más favorables para sus hijos, en lugar de depender de un juez, ajeno totalmente al sistema familiar, para que tome estas decisiones. Aún queda mucho por avanzar en este sentido, y es necesario que se produzca un cambio hacia una sociedad en la que los asuntos de índole familiar relacionados con la toma de decisiones relativas a los planes de crianza tras la separación o divorcio,  no tengan que ser dirimidos en los tribunales, quedando estos reservados para los casos en los que la seguridad y protección del menor se ven comprometidas.

 La disciplina que aboga por este cambio y que introduce el principio de la conciliación en la resolución de conflictos  derivados de la separación o divorcio, es la mediación familiar, que proporciona el espacio idóneo para que sean los padres los que de forma conjunta elaboren un plan de educación para sus hijos, en el que quede totalmente garantizado el interés superior de los mismos. Se ha demostrado que los padres son mucho más propensos a adherirse a los acuerdos de crianza cuando éstos han sido decididos por ellos mismos, ya que en definitiva reflejan las necesidades reales de la familia.

Las decisiones que incumben a la organización familiar tras la ruptura, suponen una gran complejidad, y lograr la mayor eficacia posible es vital para garantizar el interés superior de los menores. En este sentido, la mediación ha demostrado ser el instrumento idóneo para crear el espacio de diálogo necesario en el que los progenitores puedan solucionar sus controversias, salvaguardando en todo momento el bienestar de sus hijos. Es fundamental que los niños que pasan por esta situación sigan recibiendo el cariño y la seguridad que necesitan para que su desarrollo no se vea afectado negativamente.

La mediación, supone también una herramienta que permite a los menores ejercer su derecho a expresar sus opiniones libremente y conforme a sus capacidades, en los asuntos que les conciernen, sin verse afectados por los riesgos derivados de encontrarse sometidos a participar en un proceso judicial, que puede incrementar las situación estresante por la que están pasando.

El objetivo último es lograr que los  padres tomen conciencia sobre la necesidad de continuar ejerciendo la coparentalidad a pesar de la ruptura y provocar un cambio en sus actitudes y comportamientos, que los ayuden a enfrentar su situación, sin perder de vista el bienestar de sus hijos.

Francisco Góngora.

 

 

 

 

 

 

 

Mediación en contextos interculturales.

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En tanto que herramienta de resolución y pacificación de conflictos, la mediación se emplea en muchos ámbitos para responder a distintas necesidades. El conflicto es consustancial a la naturaleza humana y, por tanto, está presente en todas las situaciones habituales de la convivencia y las relaciones entre las personas. Uno de los contextos en los que se aplica la mediación es, en la gestión de los conflictos surgidos en entornos multiculturales. En este sentido, la mediación intercultural es definida como, “un recurso profesionalizado que pretende contribuir a una mejora de la comunicación, relación e integración entre personas o grupos presentes en un territorio y pertenecientes a una o varias culturas” (Desenvolupament  comunitari y Andalucia Acoge, 2002:101). Atendiendo a aspectos relacionados con la prevención de los conflictos y el establecimiento de una mejor comunicación e interacción, Carlos Giménez  (1997) defiende una definición más amplia de mediación, que no se limita a la resolución de conflictos sino a mejorar las relaciones humanas entre los grupos culturalmente distintos.

España en la actualidad es una sociedad plural y multicultural, en la que conviven personas de muy diversas culturas. Esta realidad social, en la que existen diferencias culturales y lingüísticas, influye de manera significativa en la integración y convivencia de las personas que coexisten en un mismo territorio. Los inmigrantes que llegan a un país de acogida, en el que pretenden establecerse, se encuentran con muchos obstáculos que tienen que sortear, como son el desconocimiento de la sociedad  y su entramado, las limitaciones de acceso a los servicios públicos por desconocimiento de su funcionamiento o las limitaciones lingüísticas.  En este contexto surge la mediación intercultural, como un servicio especializado cuyo objetivo es compensar estas desigualdades, que afectan de manera crucial a la adaptación e integración de las personas inmigrantes.

Por otro lado, la mediación intercultural facilita  la comunicación entre grupos con culturas diferentes, contribuyendo al conocimiento mutuo de las normas y costumbres. Ayuda a nativos e inmigrantes a comprenderse mejor , no solo en cuestiones idiomáticas, sino en sus particularidades culturales, con el fin de conseguir una interacción más efectiva y significativa. La mediación se constituye en una herramienta de gran valor, suponiendo un factor clave de conexión en situaciones en las que la comunicación está fuertemente influenciada por características culturales, construyendo un «puente» de unión necesario para el entendimiento. Con ello limita el afloramiento de conflictos, reduciendo el peso de los estereotipos y prejuicios que componen una de las principales barreras para la aproximación entre culturas y favorece actitudes de apertura, compromiso social y neutralidad en el abordaje de las disputas.

La persona mediadora deberá de estar constituida por un profesional con conocimientos teóricos y técnicos que le posibiliten orientar de la mejor manera posible su actuación. Para ello, deberá de haber superado  los estereotipos y prejuicios que le impiden aceptar a las personas como diferentes, en sus múltiples facetas y culturas. “El agente de mediación intercultural ha de ser una persona sin fronteras, que sabe reconocer y extraer de los “márgenes” lo más significativo para la construcción de seres plurales” (Accem, 2009:49)

Para el ejercicio ético y competente de la mediación, el mediador intercultural deberá de cumplir los siguientes principios:

  • Respetar la privacidad de los individuos con los que colabora.
  • Tiene que ser imparcial en cuanto a género, religión, origen étnico, nivel educativo y socioeconómico de las personas involucradas en la mediación.
  • El mediador ayudará a ambas partes a interpretar correctamente el comportamiento del otro, tanto verbal como no verbal, contribuyendo a generar un clima de confianza.
  • Asumirá un papel de asesoramiento si se le solicita, en el sentido de proporcionar información o ayudar en la cumplimentación de formularios, sin verter en esta tarea opiniones personales.
  • No tiene derecho a ocultar información durante una traducción.
  • Fomentará en la persona la toma de decisiones propias después de haber sido correctamente informada.
  • No ejercerá funciones de psicólogo o médico, ya que no entran dentro de sus cometidos.
  • Si observa que la persona inmigrantes es víctima de alguna situación injusta, deberá de ayudarlo a entender sus derechos con el fin de poder reivindicarlos.

A medio y largo plazo, la mediación intercultural aporta beneficios significativos en las siguientes áreas:

  • Facilita el acceso de los inmigrantes a los servicios públicos y los recursos comunitarios.
  • Contribuye a la lucha contra la discriminación, el racismo y la xenofobia.
  • Es un factor clave dentro de una estrategia de integración coherente de personas inmigrantes en nuestra sociedad.
  • Favorece la creación de conciencia social.
  • Promueve el desarrollo de capital humano y el enriquecimiento de la sociedad.

 

La falta de curiosidad o inapetencia por las culturas ajenas es, a mi entender, un índice de decadencia y pasividad, porque la cultura afectada por este síndrome se convierte en mero objeto de contemplación”. (Juan Goytisolo).

 

Por Francisco Góngora.

 

Cómo educar la inteligencia emocional.

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La inteligencia emocional es una cuestión esencial en el desarrollo de una persona, y muy especialmente de un niño/a. Los niños/as con capacidades emocionales adecuadas serán más competentes para manejar el estrés y podrán desenvolverse mejor en la vida y ser más felices. Si una vida agitada y apresurada ha vuelto a su hijo/a propenso a la irritabilidad y a la ira, podrás enseñarle a reconocer y controlar estos sentimientos, así como a enfrentarse y superar las nuevas situaciones que se va a encontrar a lo largo de su crecimiento. Es tarea de los padres y madres constituirse como un modelo de madurez emocional para poder ayudar a sus hijos/as a reconocer y gestionar sus emociones de manera adecuada y así lograr un equilibrio personal y unas buenas relaciones con su entorno.  El conocimiento, comprensión y control de las emociones son básicos para que los niños/as se desenvuelvan de forma adecuada en la sociedad, de ahí la importancia de que desarrollen su inteligencia emocional.

¿Podemos entrenar a nuestros hijos/as para que tengan inteligencia emocional?

Totalmente. Algunos niños/as de forma instintiva son más capaces de manejar sus emociones y están preparados para hacer frente a situaciones nuevas y enfrentarse a nuevas personas con mayor facilidad. Otros/as desde el principio tienen más dificultades a la hora de reconocer y controlar sus emociones, y por tanto, les cuenta más adaptarse a situaciones nuevas, requiriendo más apoyo por parte de los adultos para regular su mundo emocional a medida que van creciendo.

El sistema educativo, desde siempre se ha centrado de forma prioritaria en el desarrollo de las capacidades intelectuales de los alumnos/as. No es hasta la aparición del concepto de inteligencia emocional difundido por Daniel Goleman en 1996, cuando se le empezó a dar la importancia que requiere esta faceta del desarrollo humano, y muchas escuelas comenzaron a establecer programas educativos para enseñar a los alumnos/as a identificar sus propias emociones y a percibir y tener en cuenta  las emociones de los demás. A pesar de ello, aún queda un largo camino por recorrer en el ámbito educativo y es tarea de los padres y madres, teniendo en cuenta el papel fundamental que desempeñan en la educación de sus hijos/as, fomentar su inteligencia emocional.

¿Cómo conseguir que nuestros hijos/as desarrollen su inteligencia emocional?.

   1. Enseñando a reconocer sus propias emociones.

El primer paso es ayudar a tus hijos/as a identificar y nombrar sus propias emociones, ya sean de ira, decepción, miedo o alegría, para que empiecen a ser conscientes de sus diferentes sensaciones y aprendan a reconocerlas. Aquí no solo les vas a explicar lo que están experimentando sino también cómo sus reacciones emocionales afectan a las personas que están alrededor. Cuándo estén molestos o desanimados, pedirles que expresen lo que están sintiendo, incluso que lo escriban o hagan un dibujo, es una buena idea para enseñarlos a examinar y aceptar sus emociones. Es importante no olvidar hacerlo también con las emociones positivas. Así, ayudas a tus hijos/as a reflexionar sobre su experiencia y lo que desencadena sus sentimientos. Para los más pequeños, el hecho de saber que hay una palabra para nombrar sus sentimientos es una buena herramienta para aprender a manejar las emociones que les inundan.

     2. Hablando de forma abierta sobre las emociones.

La mejor manera de fomentar la inteligencia emocional es mostrándola. Diles a menudo a tus hijos/as cómo te sientes y no solo cuando se trate de emociones intensas y difíciles de gestionar, como cuando estás decepcionado, triste o enfadado. Demostrar a tus hijos que haces frente a tus emociones y las resuelves de forma eficaz, siendo capaz de superar la ira o el enfado, es una de las formas más poderosas de enseñarles inteligencia emocional. Cuando te sientas feliz y estés alegre, házselo saber a tus hijos/as y háblales del porqué. Como padres, muchas de nuestras emociones son provocadas por algo que nuestro hijo/as han hecho, ya sea bueno o malo. Aquí es importante recordar que no debemos de culparlos de las emociones negativas que nos han provocado su comportamiento. Si algo tienen que corregir ,  es el comportamiento negativo, no la emoción que éste ha despertado en ti. No hay ninguna razón para la culpa o el castigo, sólo debes de poner un límite claro utilizando la empatía.

   3. Empatizando con tu hijo/a.

Cuando el malestar de tu hijo/a parece estar fuera de proporción con la situación, empatizar con él/ella le ayudará a calmarse y liberarse de sus emociones perturbadoras. Debes de recordar que todos/as alguna vez hemos acumulado emociones hasta darles rienda suelta una vez que nos encontramos en un refugio seguro. Ser empáticos con nuestro hijo/a en una situación así no significa que le estemos dando la razón ni que aprobemos su comportamiento, sino que le hacemos ver que entendemos cómo se está sintiendo en ese momento. Aunque tu hijo/a finalmente tenga que hacer lo que le dices, tiene derecho a tener su propia perspectiva, a que sea reconocida y a no sentirse frustrado. Si le envías a tu hijo/a mensajes como -“Sé que te gustaría seguir jugando más rato, pero ha llegado la hora de la cena y tienes que sentarte a la mesa”-, le estarás haciendo ver que entiendes su malestar. Sentirse comprendido desencadena sustancias bioquímicas que le ayudan a calmarse, y esta vía neurológica saldrá fortalecida cada vez que se sienta aliviado y utilizará la misma estrategia para calmarse a sí mismo/a a medida que va creciendo.

    4. Permitiendo la expresión de las emociones.

Si desaprobamos los sentimientos de miedo e ira que puedan experimentar nuestros hijos/as, estaremos impidiendo que los expresen y es posible que acaben por reprimirlos. Los sentimientos que son reprimidos y no se han gestionado de manera adecuada, no desaparecen como los que han sido expresados libremente, sino que quedan atrapados y buscan una salida. Debido a que este tipo de emociones no están bajo control consciente, podrán aparecer en forma de pesadillas, fobias o algún tic nervioso. Es fundamental explicarles que todas las emociones son legítimas y forman parte de nuestra naturaleza. Tenemos que enseñarles a controlarlas  y para ello debemos de ponerles límites a sus acciones. Aceptar las emociones de ira y miedo de tu hijo, le ayudará a su vez a aceptar el mismo sus propias emociones y por tanto a resolverlas y seguir adelante, haciéndolo cada vez más capaz de regular sus estados emocionales.Los niños/as necesitan expresar sus emociones sin ser censurados, pero también necesitan adquirir herramientas para solucionar los problemas, y para ello necesitan entrenamiento y un buen modelado por nuestra parte.

Para concluir, decir que la inteligencia emocional es una habilidad que su hijo/a va a ir desarrollando con el tiempo a través de su interacción con la familia y con el mundo. Como progenitores, tenemos el deber de educar a nuestros hijos/as para que desarrollen su inteligencia emocional y contribuir a formar personas más sociables, felices y responsables.

El medio mejor para hacer buenos a los niños/as es hacerlos felices.

Francisco Góngora.

Derecho de Familia para Mediadores.

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La resolución de conflictos en materia de familia, a través de la vía judicial, provoca en muchos casos la agudización del conflicto interpersonal de los adultos, el deterioro de las relaciones paterno- filiales, y numerosos incumplimientos de las sentencias dictadas en los juicios, y todo ello a consecuencia del papel tradicional que genera la dinámica del proceso civil contencioso de victima/culpable, ganador/perdedor. Los procesos judiciales, suelen generar una profunda insatisfacción en las personas que los protagonizan, que en la mayoría de los casos no ven cumplidas sus expectativas.

La mediación viene a salvar estos inconvenientes y desde el ámbito del Derecho de Familia, la podemos definir cómo «un proceso de construcción y reconstrucción del vínculo familiar sobre los ejes de la autonomía y de la responsabilidad de las partes afectadas por un conflicto, en cuyo proceso interviene un tercero imparcial, independiente y neutral, para facilitar, la reanudación de la comunicación entre las partes y la autogestión del conflicto dentro del ámbito privado familiar, teniendo en consideración la peculiaridad de las situaciones, su diversidad e idiosincrasia».

Una pareja en proceso de ruptura que acude a mediación familiar, no sólo debe de gestionar los aspectos patrimoniales de la separación, sino que han de gestionar sus relaciones futuras con los hijos/as y todo lo que ello conlleva. Uno de los derechos básicos de los menores que forman parte de la familia en la que se produce la ruptura, es no verse obligados a romper el vínculo con ninguno de sus progenitores o cuidadores, ni sufrir las consecuencias negativas de la separación. En mediación, el bienestar de los menores tiene que protegerse y el mediador velará siempre porque los acuerdos a los que lleguen las partes no vulneren su derechos fundamentales.

En este artículo voy a exponer de forma breve  la normativa que regula las relaciones paterno filiales en casos de separación y divorcio y que recogen los distintos ámbitos de actuación que deben de ser tenidos en cuenta en el proceso de negociación de la mediación familiar, es decir, los diferentes acuerdos a los que tienen que llegar los progenitores y que responden a los derechos que adquieren los hijos/as tras la ruptura familiar.

La patria potestad – En el art. 154 del Código Civil se estipula textualmente que “los hijos no emancipados estarán bajo la potestad de los progenitores” y se ejercerá siempre en beneficio de los menores, de acuerdo con su personalidad y con respeto a su integridad física y psicológica.

La patria potestad es ejercida por los dos progenitores tras el cese de la convivencia en los casos de separación o divorcio. Esto conlleva que una de las funciones del ejercicio de la misma, enumerada en el art. 154 del C.C, relativa a tener en su compañía a los hijos/as, se establezca en función de que se le atribuya a uno de ellos la guarda y custodia o se le asigne  a los dos si se acuerda que la custodia sea compartida. Otro de los aspectos a regular es el establecimiento de un régimen de comunicaciones, visitas y estancias, que permita a los menores estar con ambos progenitores.

Las medidas sobre el cuidado de los hijos/as siempre se adoptarán en beneficio de estos, y es aconsejable que sean los propios progenitores los que propongan el régimen de custodia. La mediación familiar se convierte por tanto en el mejor escenario para llegar a un consenso sobre la adopción de estas medidas, siendo la familia la protagonista de estructurar su convivencia tras la separación.

La vivienda familiar: El art. 96 del Código Civil contiene que “en defecto de acuerdo de los cónyuges aprobado por el juez, el uso de la vivienda familiar y de los objetos de uso ordinario en ella, corresponde a los hijos/as y al cónyuge en cuya compañía queden. Este artículo establece un uso limitado de la vivienda familiar ya que llegará un momento en el que los hijos/as alcancen la mayoría de edad y con ello una independencia económica.

Este es un campo de trabajo importante, ya que la atribución de la vivienda familiar o los derechos sobre la misma a uno de los cónyuges suele provocar un agravamiento del conflicto. La mediación familiar ofrece la posibilidad de que sean  las partes las que adopten un acuerdo que sea beneficioso para ambos y no provoque situaciones desigualitarias.

La pensión  alimenticia: El art. 154 del C.C incluye entre otras, la obligación de los progenitores de velar por sus hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral. Se entiende por alimentos todo lo indispensable para el sustento, habitación, vestido, asistencia médica y educación e instrucción del menor de edad.

El art. 146, habla de la proporcionalidad entre las cantidades establecidas como pensión de alimentos y las posibilidades económicas del progenitor que ha de abonarla. La pensión normalmente se fija mediante una cuantía periódica mensual que debe de satisfacer el progenitor que no tiene la custodia. En el supuesto de custodia compartida también se fijara una cantidad que irá destinada al menor y que proporcionarán ambos padres. La cuantía dada como pensión de alimentos es provisional, ya que es susceptible de modificación si cambia alguna de las circunstancias tenida en cuenta a la hora de establecerla.

Son los progenitores los que mejor conocen su poder adquisitivo, cuales son sus ingresos y los gastos que les producen sus hijos/as, estando en mejor situación para determinar la cantidad atribuida a la pensión que mejor se ajuste a sus circunstancias y a las necesidades del menor. Una vez más la mediación adopta aquí un papel fundamental para ayudar a las partes a tomar decisiones y llegar a acuerdos a la hora de determinar la pensión alimentaria de sus hijos/as.

Aspectos patrimoniales del divorcio: Los mayores conflictos surgen en relación a la división del patrimonio adquirido durante el matrimonio. Debido a las dificultades que puede causar esta cuestión, sería aconsejable que las partes reciban asesoramiento jurídico sobre cómo hacer la liquidación del reparto de bienes. El proceso de mediación admite la colaboración de otros profesionales para aconsejar a las partes a la hora tomar sus propias decisiones.

El derecho de visita de los abuelos a sus nietos: Los abuelos tienen derecho a un régimen de visitas con sus nietos, independientemente de las relación que puedan tener con los padres de estos. El régimen de visitas de los nietos con los abuelos, venía siendo reconocido por la jurisprudencia, pero fue expresamente introducido en el C.C por la Ley 42/2003, de 21 de noviembre, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de relaciones familiares de los nietos con los abuelo.

La mediación se erige como un sistema eficaz para establecer un sistema de visitas entre abuelos y nietos que garantice un contacto mutuo, e impida la interrupción de las relaciones de los menores con sus familiares. En mediación se trabajará en todo momento para disolver las hostilidades, evitar las confrontaciones y orientar a los interesados hacia un horizonte de colaboración que resulte en beneficio del desarrollo y estabilidad del menor, evitando que sean los tribunales los que decidan.

Tras analizar brevemente los asuntos que tienen que resolver las partes tras la separación, llegamos a la conclusión de que son los progenitores los más capacitados para tomar decisiones acerca de como estructurar su vida familiar. Para ello, estimamos necesario que la mediación sea considerada como una alternativa de orden prioritario para ayudar a las familias a aclarar sus problemas, posibilitando acudir a los juzgados con el conflicto personal resuelto, o al menos parcialmente, sin perjuicio de que se le pueda someter al juzgador algún asunto puntual, por un verdadero desacuerdo que ha sido imposible solucionar.

Hagamos de la Familia el mejor lugar para crecer.

Francisco Góngora.

La Mediación como instrumento de conciliación familiar.

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En el año 1981 se vuelve a admitir de forma legal en España el fin del matrimonio, tras ser derogada la primera ley de divorcio en 1932. En 2005, entraba en vigor la Ley del divorcio express y las cifras de parejas que interponen una demanda judicial de separación o divorcio según el Instituto Nacional de Esatadistica, se disparan en un 42% con respecto al periodo anterior.

En la actualidad, el número de parejas que deciden separarse va en aumento. Las demandas de disolución matrimonial crecieron el 6,9% en 2014 con respecto a 2013. Los últimos datos del Consejo general del poder Judicial (CGPJ), muestran que los divorcios, separaciones y nulidades pasaron de 124.975 en el año 2013 a 133.643 en el año 2014. Aunque no es la primera vez que la cifra sube de un año a otro, sí es la más alta desde 2007, justo antes del inicio de la crisis económica en España, cuando se registraron 141.280 demandas de disolución.

La separación o divorcio en la mayoría de los casos supone una ruptura de la unidad familiar establecida y una reorganización de la vida de las personas implicadas. Si este proceso, que suele ser largo y doloroso, no se realiza de forma adecuada, puede tener consecuencias muy negativas, sobre todo para la vida de los hijos/as menores.

El sistema tradicional, el juridico-legal, que se ha venido empleando para resolver este tipo de litigios familiares ha demostrado sobradamente su ineficacia y las razones que podemos exponer son las siguientes:

  • Existe una clara inadecuación entre el instrumento que se emplea (proceso contencioso) y el problema a resolver (conflicto familiar) y ello se manifiesta en una agudización del conflicto interpersonal de los adultos, deterioro de las relaciones paterno- filiales, y en numerosos incumplimientos de la sentencia, consecuencia del papel tradicional que genera la dinámica del proceso civil contencioso de victima/culpable, ganador/perdedor.
  • Todo ello origina una profunda insatisfacción con el resultado final de los procesos litigantes en las personas que los protagonizan, que en la mayoría de los casos no ven cumplidas las expectativas que habían depositado en él.
  • Por otro lado, la naturaleza del conflicto en si, es incompatible con este tipo de procedimiento, ya que tienen como base relaciones de carácter muy personal con una fuerte carga emocional y su desconocimiento hace incurrir en soluciones irreales, que no se ajustan a las características o idiosincrasia de la familia a la que va destinada, por no mencionar el impacto que tiene en los hijos el hecho de que sus padres no puedan resolver sus desavenencias mediante la vía del dialogo, que es más pacífica y ofrece mayores alternativas dada su flexibilidad.
  • Los conflictos familiares tienen como singularidad que se van modificando a lo largo del tiempo en función de los cambios que se van produciendo en las personas implicadas y por tanto se dan numerosos casos de resoluciones judiciales que en el momento de ser dictadas, nada tienen que ver con la realidad del conflicto al que se refieren.

Atendiendo a esta perspectiva, desde hace varios años y cada vez con más fuerza, se esta estableciendo la Mediación Familiar cómo un método alternativo para la resolución consensuada de los conflictos, que viene a mejorar la calidad de la respuesta jurídico-legal a los ciudadanos, planteando como objetivo último la pacificación de las disputas familiares.

En este ámbito, la mediación se ha mostrado especialmente eficaz sobre todo en el diseño de mecanismos tendentes a evitar la ruptura familiar o a que ésta se lleve a cabo con el menor dolor posible para todos los implicados.

Para ello se establecen en España diferentes Leyes Autonómicas como la Ley 1/2009, de 27 de febrero, reguladora de la Mediación Familiar en la Comunidad Autónoma de Andalucía, que regula esta práctica, con el fin de reducir las consecuencias negativas derivadas de la separación o divorcio para todos los miembros de la familia, de mantener una comunicación y un dialogo provechoso y en especial garantizar el interés primordial de los hijos, y que estos puedan integrar el cambio y adaptarse a la nueva situación de manera adecuada.

Creemos totalmente en el poder de la Mediación como un instrumento social de inestimable valor y por ello vamos a exponer los beneficios que supone la elección de esta vía en la resolución de los litigios familiares derivados del proceso de separación o divorcio.

  • La mediación tiene como esencia la participación activa y responsable en la toma de decisiones de los implicados, ya que permite que sean ellos mismos los que resuelvan sus diferencias. Durante la misma se cimentaran las bases para que las partes se sientan protagonistas tanto del proceso como de los resultados.
  • Supone una mejora de la comunicación entre las partes. Con la ayuda del mediador que reconduce la comunicación, los participantes pueden volver a hablarse y escucharse. El proceso de mediación permite que todas las personas del núcleo familiar puedan hablar y se escuchadas, incluso los hijos si se considera conveniente.
  • Permite generar acuerdos creativos, ya que el mediador trabaja con las partes para producir todas las soluciones posibles, buscando y proponiendo acuerdos que solucionen el problema planteado. Con esto, no solo nos referimos a los acuerdos que quedarán recogidos posteriormente en el convenio regulador de separación, como son, el tipo de custodia o el régimen de visitas que se va a establecer , sino acuerdos que también consideramos de vital importancia, como son el establecimiento de pautas comunes en la educación de los hijos/as, cómo va a ser la necesaria comunicación que se va a establecer entre los progenitores, y en definitiva todos aquellos aspectos importantes que giran en torno a la vida de sus hijos/as y que sean necesarios determinar. Supone por tanto la posibilidad de elaborar un plan de coparentalidad que les permita ejercer su labor como progenitores en igualdad de condiciones, desarrollando el mejor entorno de convivencia posible dada la situación de separación, estableciéndose así un estado de idoneidad que les permita ejercer con responsabilidad sus derechos y responsabilidades sobre sus hijos/as.

Estimamos necesario que la mediación familiar sea ampliamente conocida y  las personas tengan la oportunidad de poder elegir autónomamente cómo desean resolver sus conflictos familiares, en caso de considerarlo necesario, pudiendo optar por la mediación familiar como un recurso voluntario al alcance de las personas, para la solución de litigios familiares por la vía del mutuo acuerdo, con la intervención de un equipo mediador imparcial y neutral.

Francisco Góngora.

 

Mediación Familiar Intergeneracional.

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Hoy, 21 de enero, se celebra el Día Europeo de la Mediación, coincidiendo con la fecha de aprobación del primer texto legislativo sobre mediación familiar en Europa. Desde «Resuelve Ahora» queremos contribuir a la tarea de difundir la cultura de la Mediación con este nuevo post sobre la capacidad de la mediación para facilitar a las familias un instrumento para que todos sus integrantes, recuperen la competencia sobre el control de los problemas y puedan continuar manteniendo relaciones positivas entre ellos sin necesidad de que se produzca una ruptura familiar.

La familia constituye un contexto social, educativo y de aprendizaje, que puede contribuir, de darse las condiciones adecuadas, al desarrollo humano y personal de todos sus componentes, ya sean niños, jóvenes o adultos, en todas las etapas de su desarrollo biológico, evolutivo y social, dada su importante función socializadora, a través de la educación.

La familia va atravesando una serie de estadios en su desarrollo evolutivo que están previstos. Entre las fases del ciclo vital por las que suelen atravesar las familias podemos mencionar las siguientes: formación de la pareja, la paternidad y maternidad, la etapa escolar de los hijos/as, la etapa de la adolescencia, la partida de los hijos/as, el cuidado de los nietos/as y el cuidado de los mayores. La transición de una etapa a otra influye en las interacciones que se producen en los miembros de la familia y las transforma, lo que supone una situación de riesgo a la que se tiene que dar respuesta. Cada uno de los integrantes de la familia tiene que realizar una serie de tareas y el hecho de que aparezcan tareas nuevas supone un reajuste que a veces puede suponer un desequilibrio. Muchas de las problemáticas de convivencia que surgen tienen que ver con una falta de habilidades para dar respuestas adecuadas que permitan afrontar con éxito los retos evolutivos de la dinámica familiar.

La mediación intergeneracional constituye una de las técnicas más útiles en la actualidad para  dar una respuesta eficaz a las diferentes dificultades por las que atraviesan las familias, resaltando principalmente dos de las etapas que consideramos más problemáticas y que más conflictos generan, como son la etapa de la adolescencia de los hijos/as y la etapa del cuidado de los mayores.

Muchas familias se ven desbordadas ante situaciones y conductas de los hijos/as cuando comienza la etapa de la adolescencia. La convivencia durante este periodo no suele ser fácil ya que se trata de un momento de transición entre la niñez y la edad adulta, en la que la primordial tarea del adolescente es encontrar su propia identidad y adquirir autonomía. Para lograrlo, tienen que comenzar a separarse de los padres y esto no es sencillo, ya que aún carecen de la madurez suficiente. El adolescente, suele vivir un conflicto interno entre la fuerte dependencia que aún tiene de sus progenitores y la necesidad de independencia. Este conflicto interno se expresa a menudo en forma de luchas y discusiones, especialmente con los padres, ya que constituyen para el/la adolescente un apoyo que necesita pero del que desea desprenderse, una fuente de seguridad y a la vez de rechazo. Es durante esta etapa, cuando  comienzan a plantearse cuestiones que anteriormente no suponían un problema, tales como el uso del teléfono o el ordenador, los estudios, los horarios de llegada a casa, la ropa, el manejo de dinero, las tareas domésticas, el consumo de alcohol y/o drogas, y que son el origen de autenticas batallas o enfrentamientos.

Estos cambios desconciertan a menudo a los padres/madres, que luchan por recuperar la autoridad perdida y no saben muy bien cómo afrontar los problemas permanentes con sus hijos/as. Los métodos que anteriormente utilizaban con ellos/as ya no funcionan y es necesario que se produzca un reajuste al nuevo momento evolutivo e ir cambiando las normas rígidas por límites flexibles, negociados y acordados. Esto suele generar en los padres mucha inseguridad ya que no es fácil encontrar un equilibrio entre mantener un control y una autoridad sobre el/la adolescente y, al mismo tiempo, concederle una mayor confianza e incluirlos en la toma de decisiones, dándoles así  mayores cotas de responsabilidad.

La mediación intergeneracional supone un instrumento de gran utilidad para resolver este tipo de disputas que se producen en el funcionamiento familiar al llegar esta etapa, ayudando a los padres y madres que se ven desbordados por los problemas de relación, el establecimiento de normas, las discusiones, la falta de comunicación y  el distanciamiento del adolescente.

Por otro lado, ahora, cada vez nos encontramos con más situaciones de mediación relacionadas con aspectos derivados del cuidado de las personas mayores. El ámbito dónde se van a presentar situaciones conflictivas relacionadas con las personas mayores es en el hogar dónde estos residan. Una de las circunstancias que tiende a provocar y acentuar los conflictos es la situación de dependencia y la necesidad de cuidado del mayor. Si tenemos en cuenta la situación de tensión y estrés que provoca la relación cuidador y dependiente, podemos entender la facilidad con la que surgen los conflictos en este contexto. Así mismo nos encontramos también cada vez con un mayor número de problemáticas relacionadas con la aparición de conflictos entre hermanos/as, vinculados a la toma de decisiones sobre cómo van a hacerse cargo del cuidado de los padres en situación de dependencia

Otra de las situaciones susceptibles de mediación intergeneracional es la que tiene que ver con el derecho de los abuelos a ver a sus nietos cuando se produce una separación o divorcio o incluso cuando no habiendo separación de pareja se dificulta la relación de los abuelos con sus nietos por el mero desinterés de los padres. En este sentido, la Ley 42/2003, de 21 de noviembre, de modificación de Código Civil y de la Ley de enjuiciamiento Civil en materia de relaciones familiares de los nietos con los abuelos, persigue como objetivo reforzar el régimen de relaciones entre los abuelos y los nietos, tanto en caso de ruptura familiar, como en el caso de dejación de obligaciones por parte de los progenitores. Por tanto la mediación en este caso sería de gran utilidad cuando existen dificultades de relación y se ve interrumpido el contacto, como alternativa a  acudir a los juzgados para que se reconozca algo tan básico como que un abuelo/a quiera y pueda ver a su nieto/a.

Hay una amplia variedad de situaciones conflictivas susceptibles de pasar por un proceso de mediación. La casuística mencionada es la que más suele hacer uso de este servicio, no obstante, cualquier tipo de desavenencia, conflicto o problema entre padres e hijos donde se desea una solución, pues ser apoyado, guiado y resuelto con este procedimiento.

Autor: Francisco Góngora.

 

Psicología del divorcio para mediadores.

Psicología del divorcio para mediadores.

Para poder ayudar a las parejas a negociar de forma eficaz la ruptura de su relación, resulta esencial que el profesional encargado de ello, conozca la dinámica que subyace a la familia y cómo la crisis provocada por el proceso de separación y divorcio, repercute en las emociones de las personas involucradas. Es importante indicar que después del divorcio una familia no deja de existir, ya que aunque la relación conyugal haya terminado, las relaciones familiares continúan, sobre todo cuando hay niños/as involucrados.

El divorcio legal es un evento que ocurre cuando el juez emite la sentencia de disolución del matrimonio, sin embargo en la esfera emocional se trata de un proceso que ocurre a lo largo de varios años. Según la literatura sobre divorcio, en  un gran porcentaje de matrimonios que se separan, uno quiere la separación y el otro no, teniendo ésto importantes implicaciones en el proceso. El cónyuge que ha tomado la decisión comienza el proceso emocional mucho antes que el otro, lo que conlleva una discrepancia en los estados emocionales de ambos que va a tener una gran repercusión tanto en la duración del transcurso de la separación, como en el nivel de conflictividad que se produce y en las diferentes tácticas y estrategias que cada uno va a utilizar en las negociaciones para llegar a acuerdos fundamentales sobre la reestructuración de la nueva vida familiar.

Los investigadores en temas de divorcio, lo definen como un proceso que discurre por una serie de etapas que las familias van superando conforme se van adaptando a las nuevas situaciones que se van generando en sus vidas, y la mayoría de las personas en una situación similar pasan por este periodo de transición emocional.

Cómo profesionales dedicados a la mediación familiar, es realmente importante que pongamos un contexto a la naturaleza de la crisis y los conflictos que traen las partes a mediación, y para ello es necesario tener una visión sobre las etapas y las emociones que manifiestan las personas durante el desarrollo del divorcio. Antes de proceder a enumerar las fases características que experimentan las personas durante el divorcio, es importante señalar que se trata de una clasificación general, no lineal y que puede variar en función de muchos factores. Por ejemplo, mientras una pareja puede no pasar por alguna de las etapas o pasar por ella en un momento posterior, otras pueden tener sentimientos y comportamientos  característicos de dos etapas al mismo tiempo.

Etapas del proceso de divorcio.

1. Predivorcio o etapa de deliberación.

Esta etapa tiene lugar antes de la separación y se caracteriza porque uno de los cónyuges comienza a experimentar sentimientos de insatisfacción, de soledad y de desesperación. Esta fase puede durar un largo periodo, incluso años, en los que la persona delibera sobre cómo resolver sus sentimientos negativos acerca de su relación matrimonial. Antes de tomar la decisión de separarse, tratará de lidiar con estos sentimientos y estos intentos de afrontamiento pueden incluir confrontaciones, peleas con la pareja con la esperanza de hacerle cambiar, mal humor, incomunicación e intentos de evitar estar cerca de la pareja evadiéndose en el trabajo o con los amigos/as o manteniendo relaciones extramaritales. Como ninguna de estas tácticas funciona y los sentimientos negativos son cada vez más fuertes, finalmente termina tomando la decisión de separarse y se la comunica a su pareja. Esta declaración desencadena la primera reacción emocional  de la otra parte, que inicialmente puede responder con la negación, pero también puede retirarse emocionalmente para autoprotegerse. En esta etapa se produce un desfase entre el cónyuge que ha tomado la decisión y que ha avanzado emocionalmente en la transición que supone el proceso de divorcio, y el cónyuge que acaba de iniciar el recorrido. Esto va a tener importantes implicaciones en la manera que tienen ambos de afrontar la nueva situación y cómo se van a enfrentar a la negociación sobre la reestructuración familiar que implica la separación.

2. Negación.

Los sentimientos y comportamientos en esta etapa varían en función de si la persona ha iniciado el divorcio o no. El que toma la decisión de divorciarse, en esta etapa lo que busca es alivio tras una situación estresante y también experimenta sentimientos de culpa por haber tomado la determinación. El no iniciador sigue negando que la relación haya terminado y que sea algo definitivo. Pasa por un periodo de incredulidad al que le sigue una negación de la realidad de la separación. Suele experimentar impotencia y falta de control al sentir que él/ella no ha participado en la decisión de romper el matrimonio.

Esta etapa es la más complicada debido a los profundos cambios que aparecen en la vida de las personas y suelen manifestarse sentimientos de perdida y de miedo a lo desconocido. La crianza de los hijos/as se suele ver perjudicada ya que los cónyuges están inmersos en sus propios sentimientos y no están en condiciones de atender bien sus necesidades. En esta etapa no es aconsejable acudir a mediación , ya que el cónyuge que no ha tomado la decisión puede utilizar el proceso para recuperar al cónyuge perdido y negarse a colaborar en el desarrollo de las negociaciones, ya que aún no ha asumido la separación.

3. Duelo por la pérdida.

El objetivo de esta etapa es reconocer y asimilar que la relación ha finalizado. En esta fase las personas experimentan una intensa sensación de pena y pasan por un profundo duelo. El futuro se ve sin esperanza y sin sentido. La identidad de la persona puede quedar afectada , al verse dañado el rol que ejercía dentro de la relación, ya que cada uno de nosotros construimos nuestra identidad a través de los roles que desempeñamos en nuestra vida.

Durante esta etapa se suele necesitar apoyo emocional. Los individuos con frecuencia tienen dificultades para concentrarse en las tareas, ya que están inmersos en un mundo de sensaciones. La parentalidad aún se ve afectada, ya que los progenitores están más preocupados por sus propios sentimientos. En esta etapa la participación en mediación es más aconsejable que en la anterior ya que las partes han asimilado la ruptura y la ven como algo definitivo.

4. Ira.

La ira o el enfado en una emoción secundaria que aparece asociada a otros sentimientos más primarios como el dolor, el miedo, la humillación, la pérdida o el desamparo. El cónyuge rechazado suele experimentar ira y enfado asociados a sus sentimientos de abandono, que manifiesta en ocasiones a través de amenazas. Teniendo en cuenta que el divorcio es uno de los eventos más estresantes en la vida de una persona, es importante que los profesionales que intervienen en los procesos de separación sepan analizar los comportamientos de ira como reacciones comprensibles a la multitud de sentimientos primarios que puede estar experimentando la persona. Aunque la ira aparece en casi todas las etapas del proceso , en esta etapa es la emoción protagonista. La ira normalmente es dirigida hacia el otro cónyuge, al que culpa de todos sus males. Los mediadores tienen que estar preparados para tratar con las manifestaciones de ira de los protagonistas, utilizando estrategias para canalizar las emociones negativas y redireccionar esa energía en los aspectos concretos y específicos de los acuerdos.

En esta etapa las habilidades de crianza han mejorado y los padres son más capaces de atender las necesidades de los hijos/as. El nivel de energía del individuo es más alto y ha mejorado también la autoestima. Este es un buen momento para asistir a mediación ya que las partes tienen la fuerza suficiente para participar activamente.

5. Construyendo una nueva identidad.

Uno de los cambios más significativos que se experimentan en esta etapa es la sensación de ser una persona completa e independiente que no necesita al cónyuge para hacer su vida. Las personas comienzan a confiar en si mismas, a tomar sus propias decisiones y su autoestima y control emocional ha mejorado mucho. La parentalidad durante esta fase ha quedado reestablecida. Las personas son capaces de tomar decisiones con mayor facilidad y el nivel de energía es alto en comparación con las etapas anteriores. Este es el momento ideal para acudir a mediación, ya que las partes están en una buena situación para tomar parte activa en las negociaciones, principalmente debido a la actitud positiva que tienen hacia el cambio y hacia sí mismos. Puesto que el individuo se encuentra en una fase relativamente buena emocionalmente, la mediación es más eficiente y menos dolorosa.

6. Etapa final de reestructuración.

La emoción predominante en esta etapa es la sensación de tener de nuevo el control sobre sus vidas. Son capaces de hacer planes y adoptar compromisos a largo plazo. Si ambas partes se encuentran en esta etapa, es difícil que tomen la decisión de acudir a un proceso contencioso ya que normalmente han llegado a acuerdos satisfactorios para ambos. La mediación será relativamente suave en este punto, ya que el individuo está involucrado en una nueva vida y siente deseos de finalizar con el proceso de separación. Si uno de los cónyuges aún sienta fuertes sentimientos hacia el otro y estas sensaciones le estén afectando, el proceso de mediación le puede ayudar en este punto a aceptar el fin del matrimonio y seguir adelante con su nueva vida..

Para finalizar, decir que  las partes pueden acudir a mediación en cualquier momento durante el proceso de separación, por ello, es conveniente que el mediador entienda en que fase se encuentran cada uno de ellos y cuales son los sentimientos y comportamientos típicos durante estas etapas. El mediador utilizará las herramientas y habilidades adecuadas para facilitar la expresión de las emociones de forma constructiva y crear un marco para el debate que posibilite el logro de acuerdos beneficiosos para ambos.

Francisco Góngora.